Compañera, que por las noches me asaltas, tengo un lugar seguro a donde ir si me hace falta. No quiero enredarme en mis imágenes, todas ellas proyectadas sobre un muro de pánico al que ya he subido y he visto que puedo con las bestias de allí abajo. Puedo dar un paseo contigo, calladas, de la mano, por el río, pero tendrás que escucharme hablar sobre el amor que rebosa en un corazón, aunque esté herido. Tendrás que ver que se me iluminan los ojos, ante un café caliente en la terraza con amigos, o cuando el desarraigo en el que habito hace un hueco para que pueda escuchar que mi vida no se reduce a una noche continua contigo. Nos encontramos cuando quieras, ante el papel y quizás también ante un vino. Mi corazón es pequeño para tanto, pero aún hay sitio para algo más que lo vivido.