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Mostrando entradas de enero, 2020

mares, muelles, puertos y piedras en los ojos

Te empecé a olvidar en el paseo marítimo de Kalarand, en los muelles de Linnahalli, en el puerto de Patarei. Estando allí sabía que no volvería a verte, pero recogí piedras de la playa para llevarte.   Recordaba tu estantería, en frente de la cama, donde posaban un puñado de figuras de madera tallada, y piedras de imaginaria forma. Te gustaba coleccionar, así nunca perdías un recuerdo; no te quedaste nada mío, quizás un dibujo - un arlequín,  con doble máscara - Recogí las piedras, sabiendo que no te las llegaría a dar. No me ibas a dejar acercarme más, y no querrías recordarme así. Yo también colecciono tus recuerdos - perdona, he perdido tu collar,  ese que tallaste, pero aún tengo la postal de Punta Cana, la revista de aquella exposición y una sola foto - Me deshice de muchas cosas, incluso de la ropa que llevaba algunos días que nos vimos, y de la que más te gustaba. Me deshice hasta de mi pelo - no me habías conocido rubia, la última vez que nos ...

29 Octubre.

Esta noche quiero morirme.

13 de Octubre.

Me escuece la piel de mis manos. El vacío ha salpicado por todos lados y ha dejado su característica mancha: la sangre. La sangre demuestra que hay vida; por eso buscamos su presencia, la prueba que nos saca del agujero negro que se instala en el corazón y te susurra: no hay nada dentro de ti. Todo lo que hago se lo traga el desagüe y me devuelve un envoltorio de plástico sucio y usado. Nada importa, nada significa nada. Cada decisión, cada gesto, cada comida, cada palabra, cada caricia, cada emoción hacia el otro: no significa nada.  Hoy puedes sentir que tienes un camino que vas haciendo tú y que, al final, estará la recompensa por tan arduo trabajo. Mañana se va todo al traste, y tienes que empezar de nuevo. O peor: mañana quieres tomar el camino opuesto. ¿Qué planes vitales pueden hacerse, si nada está sujeto al tiempo y, sin embargo, el tiempo corroe el significado de todo?  Me cuesta horrores describir el vacío – su estado puro; creo que cada cual tiene e...

8 de Octubre.

Llevo poco más de un año asistiendo a este nuevo centro de salud, pero apenas dos semanas desde que voy, todos los martes, al grupo de terapia.  Es la primera vez que observo a un psiquiatra comportarse como un humano: hasta entonces pensaba que los psiquiatras eran una especie de autómatas de hojalata, sin sentimientos, que tampoco tenían interés en buscarse un corazón.  Pensaba que su trabajo consistía en sentarse detrás de una pantalla, mirándote con sus ojos a veces inquisidores, a veces tan vidriosos que parecían muertos, y discretamente, leer en el telepronter mental que les instalan antes de empezar su carrera clínica, la serie de preguntas rutinarias que les hacen a todos los pacientes, cuyas respuestas no procesan sus cerebros y que, en cuestión de cinco minutos, les sirve para poder despacharte:  -           ¿Cómo va todo? -           ¿Qué tal la medicación?...